Háblame del mar
de su vida
de sus horas
de su sal perdida,
de su arena desbordada.
Y si el miedo me adentra,
háblame de sus bancos de medusas,
de sus rocas crecientes,
de su líquido espinal,
de sus campos de coral.
A su orilla me acerqué
con la pretensión de contemplarlo.
Sin aliento,
me limité a pedir ayuda:
!Ayudarme a mirar!
Me quedé mudo,
mudo de belleza.
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